Fútbol para Tontos - ¿Por qué financiar el fútbol desde el Estado?
En esta ocasión quisiera escribir algunas líneas sobre el ya familiar “Fútbol para todos”, que no parecería tener -a pesar de lo que se dijo en reiteradas oportunidades- fecha de caducidad.
(*) Por Guillermo Barber Soler
El fútbol inglés ha llegado a ser, aunque Borges se opusiera, una costumbre tan argentina como el mate o las empanadas. Recuerdo a un profesor de economía que nos decía, en la Facultad, que uno por el sólo hecho de haber nacido y crecido en la Argentina, tenía facilidad para dos cosas: el fútbol y la economía. Ahora a la distancia pienso que la relación entre esos dos elementos es quizá mucho más polémica de lo que el profesor haya querido decirnos. Porque la industria del fútbol es, a nivel local e internacional, un negocio millonario, y, como tal, lleno de complejidades y oscuridades, sobre las cuales no podremos profundizar ahora.
Sin embargo en el país, además de ser un negocio millonario, el fútbol ha llegado a ser el espectáculo popular por excelencia, que une a absolutamente todas las clases económico-sociales. Es entendible que se lo respete como tal, e incluso que se lo promueva. Pero otra cosa muy distinta es que se lo financie con dinero que todos los argentinos aportan obligatoriamente (de manera “impuesta”) al Estado, y que representa una verdadera pérdida de riqueza para la población en general. En primer lugar, podemos decir que así como no se reparte diariamente 3 empanadas a cada argentino (aun siendo éstas un baluarte de la nacionalidad), tampoco tiene sentido distribuir universal y homogéneamente un servicio que no es en última instancia más que entretenimiento. En segundo lugar, la industria del fútbol no necesita subsidios para existir, precisamente porque es una industria que demanda casi toda la población, y por la cual la gran mayoría está dispuesta a pagar lo necesario (lo mismo, en definitiva, que se paga a través de impuestos). Para colmo ya hay, en el ámbito empresarial, medios y organizaciones tan o incluso más interesadas en explotar la transmisión de partidos que el Estado.
Es evidente, por tanto, que la finalidad de hacer presente a un Estado innecesario en el ámbito futbolístico no obedece a conveniencias reales para la población, sino seguramente a conveniencias particulares (de políticos o empresarios). Es, por sus características ya mencionadas, un enorme dispositivo de propaganda, además de una fuerza de manipulación de clubes y organizaciones vinculadas al ámbito. Es curioso, sin embargo, que nos hayamos acostumbrado tanto a su presencia, como quien ya desiste y termina equivocadamente afirmando “bueno, pero es gratis…”